Vivir con 800 euros más al mes, para todo el mundo y para toda la vida. Esta es la premisa que busca la renta básica incondicional: un derecho que iguala a la población desde abajo, reduce la pobreza, amortigua el impacto de la eliminación de empleos, reduce la crisis climática y eleva los niveles de bienestar en la población. Hace más de una década que la consecución de esta idea suena en el debate público. Y ahora, una iniciativa ciudadana europea (ICE) está a punto de concluir su fase de recogida de firmas para convertir este planteamiento en una realidad. 24 países de la Unión Europea, a través de la plataforma rentabasicaincondicional.eu, se han organizado para recabar estas firmas entre su población.
En España, uno de sus principales activistas es Carlos Manuel Arias Moreno (Madrid, 1986), vecino de Rivas que empezó a interesarse en la renta básica hace diez años, coordinó la anterior ICE en 2013 y, desde entonces, se encarga de impulsar el logro de este derecho.
Ingeniero informático, realizó su proyecto de fin de carrera sobre “un sistema económico alternativo, denominado ‘economía basada en los recursos’, donde no existe el dinero y se satisfacen las necesidades humanas de forma directa”, explica en la sala de Prensa del Ayuntamiento, una mañana a mediados de mayo. Este estudio en profundidad le condujo a explorar otras formas de subsistencia humana en las que sí entrara en dinero: la renta básica universal.
“Han pasado muchos años desde la existencia de la humanidad, pero el desarrollo tecnológico en los últimos ha sido exponencial, brutal, y hemos pasado de una economía de la escasez a otra de la abundancia. Sin embargo tenemos un problema: esa abundancia no llega a todo el mundo”, razona.
– ¿Por qué?
“Nuestro sistema de comunicación, el dinero, es ineficiente, y tiene un problema pues ese rápido avance tecnológico impide que haya empleo para todas las personas”. Sin embargo, el nivel de riqueza “seguirá aumentando, hacemos más cosas con menos esfuerzo. Pero no todos pueden acceder a esa riqueza porque se exige que haya un empleo”, explica. Y aquí viene la parte revolucionaria: la renta básica desmonta la actual cultura capitalista del trabajo. “Ahora tenemos incrustada esa maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente, y una de las críticas a la renta básica es que nadie querrá trabajar, pero no solo existe el mercado laboral. Hay mucho trabajo no remunerado y que nos gusta hacer porque deseamos contribuir a la comunidad y necesitamos sentirnos parte”, aclara.
Así es como este derecho, según explica Carlos, supone una base material para que cada cual se sienta libre para trabajar y mejorar su situación. La cuantía dependerá de cada país, pero siempre por encima del umbral de la pobreza, en España, 800 euros. “Ya se han dado experiencias piloto que han demostrado que no se desincentiva el empleo, sino que facilita que todo tipo de actividad, remunerada y no, se realice libremente, según nuestras habilidades o preferencias de la sociedad”. En definitiva, una renta básica supone “la abolición de la condición de pobre de nuestra sociedad. Es la imposibilidad de caer por debajo de la cuantía que todos recibiríamos periódicamente, de forma incondicional, individual y suficiente. No es una asistencia para situaciones de pobreza, equivale a su prevención”, resume.
EXPERIENCIAS INTERNACIONALES
Medidas similares a esta renta ya se han puesto en marcha en otros países, apuntalando así la universalidad de la medida. Carlos enumera algunas de ellas: “En Alaska llevan 40 años con un dividendo universal que sale de los rendimientos del petróleo, unos 2.000 dólares anuales. Ha pasado por muchos gobiernos distintos y nadie la ha quitado porque funciona y es positivo. Durante la pandemia, en Estados Unidos se imprimieron tres cheques incondicionales para el 90 por ciento de la población. En este mismo periodo, Canadá impuso un ingreso mínimo vital y hoy las instituciones presionan para que se reco
Vivir con 800 euros más al mes, para todo el mundo y para toda la vida. Esta es la premisa que busca la renta básica incondicional: un derecho que iguala a la población desde abajo, reduce la pobreza, amortigua el impacto de la eliminación de empleos, reduce la crisis climática y eleva los niveles de bienestar en la población. Hace más de una década que la consecución de esta idea suena en el debate público. Y ahora, una iniciativa ciudadana europea (ICE) está a punto de concluir su fase de recogida de firmas para convertir este planteamiento en una realidad. 24 países de la Unión Europea, a través de la plataforma rentabasicaincondicional.eu, se han organizado para recabar estas firmas entre su población.
En España, uno de sus principales activistas es Carlos Manuel Arias Moreno (Madrid, 1986), vecino de Rivas que empezó a interesarse en la renta básica hace diez años, coordinó la anterior ICE en 2013 y, desde entonces, se encarga de impulsar el logro de este derecho.
Ingeniero informático, realizó su proyecto de fin de carrera sobre “un sistema económico alternativo, denominado ‘economía basada en los recursos’, donde no existe el dinero y se satisfacen las necesidades humanas de forma directa”, explica en la sala de Prensa del Ayuntamiento, una mañana a mediados de mayo. Este estudio en profundidad le condujo a explorar otras formas de subsistencia humana en las que sí entrara en dinero: la renta básica universal.
“Han pasado muchos años desde la existencia de la humanidad, pero el desarrollo tecnológico en los últimos ha sido exponencial, brutal, y hemos pasado de una economía de la escasez a otra de la abundancia. Sin embargo tenemos un problema: esa abundancia no llega a todo el mundo”, razona.
– ¿Por qué?
“Nuestro sistema de comunicación, el dinero, es ineficiente, y tiene un problema pues ese rápido avance tecnológico impide que haya empleo para todas las personas”. Sin embargo, el nivel de riqueza “seguirá aumentando, hacemos más cosas con menos esfuerzo. Pero no todos pueden acceder a esa riqueza porque se exige que haya un empleo”, explica. Y aquí viene la parte revolucionaria: la renta básica desmonta la actual cultura capitalista del trabajo. “Ahora tenemos incrustada esa maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente, y una de las críticas a la renta básica es que nadie querrá trabajar, pero no solo existe el mercado laboral. Hay mucho trabajo no remunerado y que nos gusta hacer porque deseamos contribuir a la comunidad y necesitamos sentirnos parte”, aclara.
Así es como este derecho, según explica Carlos, supone una base material para que cada cual se sienta libre para trabajar y mejorar su situación. La cuantía dependerá de cada país, pero siempre por encima del umbral de la pobreza, en España, 800 euros. “Ya se han dado experiencias piloto que han demostrado que no se desincentiva el empleo, sino que facilita que todo tipo de actividad, remunerada y no, se realice libremente, según nuestras habilidades o preferencias de la sociedad”. En definitiva, una renta básica supone “la abolición de la condición de pobre de nuestra sociedad. Es la imposibilidad de caer por debajo de la cuantía que todos recibiríamos periódicamente, de forma incondicional, individual y suficiente. No es una asistencia para situaciones de pobreza, equivale a su prevención”, resume.
EXPERIENCIAS INTERNACIONALES
Medidas similares a esta renta ya se han puesto en marcha en otros países, apuntalando así la universalidad de la medida. Carlos enumera algunas de ellas: “En Alaska llevan 40 años con un dividendo universal que sale de los rendimientos del petróleo, unos 2.000 dólares anuales. Ha pasado por muchos gobiernos distintos y nadie la ha quitado porque funciona y es positivo. Durante la pandemia, en Estados Unidos se imprimieron tres cheques incondicionales para el 90 por ciento de la población. En este mismo periodo, Canadá impuso un ingreso mínimo vital y hoy las instituciones presionan para que se reco