El Auditorio Pilar Bardem acoge el estreno mundial de "Palabra de perro", texto de uno de los autores más importantes de la década: Juan Mayorga, Premio Nacional de Teatro 2007, autor de "Hamelin" o "La tortuga de Darwin", y con tres Max en su mochila. Este sábado, a las 21.00 horas.
Son sólo dos ejemplos del acierto con el que Mayorga encara sus proyectos. "Palabra de perro" es otro texto suyo, creado a partir de la novela ejemplar de Cervantes "El coloquio de los perros". El Teatro de Cámara Cervantes, surgido en 2008, recrea esta historia en la que dos canes, Cipión (Fernando Valdivieso) y Berganza (Jorge Yaman Serrano), sorprendidos por su capacidad para hablar como humanos, repasan sus vidas para hallar el origen de su don. La dirección recae en Sonia Sebastian, parisina crecida en Rivas y diplomada en la RESAD.
A partir del escrito cervantino, Mayorga establece un paralelismo sorprendente entre unos perros apaleados y perseguidos y el trato que la sociedad occidental propina a ciertos inmigrantes. Al autor le interesa resaltar el contraste entre la humanización del animal y el hombre deshumanizado. "La idea es revelar las contradicciones del primer mundo satisfecho y bien pensante", sentencia Mayorga.
Dirección: Sonia Sebastian.
Reparto: Jorge Yaman, Fernando Valdivieso, Arlette Torres,
Mercedes Salazar, Georbis Martínez, Pablo Alonso.
AUDITORIO PILAR BARDEM
Sábado 13 junio. 21.00.
Precio: 12 euros.
Venta: www.telentrada.com, 902 10 12 12 y taquillas.
ENTREVISTA A JUAN MAYORGA
"El trato a los inmigrantes mide la altura moral de una sociedad"
Por: Nacho Abad Andújar.
El Auditorio se las ve con un texto inédito en escena.
Me hace mucha ilusión este montaje porque se trata de un estreno absoluto. Es un texto en el que me empleé muy a fondo. Me es muy grato que Sonia Sebatian lo haya leído y decidido poner en pie.
¿Cómo surgió la obra?
Comenzó siendo una versión bastante ortodoxa de "El coloquio de los perros", de Cervantes. Busqué la traducción escénica de esa novela donde abundan los diálogos. Pero según pasó el tiempo, y me metía en el texto, surgió una relación más íntima con él. Y se convirtió en algo muy distinto a una versión. En un texto original, basado, por supuesto, en el cervantino. He tratado de custodiar dos aspectos muy cervantinos: el fino humor y la mirada compasiva hacia la humanidad, ese optimismo paradójico de Cervantes, su capacidad para mirar las partes más duras de la vida con esperanza y sin regodearse en la amargura.
"Palabra de perro", palabra de inmigrante.
Hay dos modificaciones fundamentales respecto al original. En el cervantino, Berganza cuenta a Cipión su vida siguiendo el esquema de la novela picaresca al estilo de "El buscón" o "El lazarillo", según los sucesivos amos que ha ido teniendo. Pero en mi propuesta, opté por que Berganza contase su historia a Cipión de la Z a la A, del final al principio, buscando el origen de su hablar, porque ambos están interesados en preguntarse por qué son perros que hablan. Y se les ocurre que contándose la vida hacia atrás, en algún momento descubrirán cuál es el origen de esa elocuencia que les singulariza. Berganza hace memoria, y por tanto, está construyendo una identidad, buscando el origen de su característica fundamental. Es un perro dotado de palabra pero que descubre la potencia de la palabra ante el espectador. La segunda modificación consiste en un desdoblamiento del que no hablaré para no fastidiar la sorpresa final. La obra hereda esa enseñanza kafkiana según la cual si a un ser humano le llamas insecto, acabas transformándolo en insecto. En España ha habido una larga tradición al respecto. Recordemos que a los conversos, tanto musulmanes como judías, se les llamaba perros en el siglo XVI. La deshumanización de un ser humano, de algún modo prepara su castigo físico. Es cierto que estos perros de la obra son el último escalón de la sociedad. Y es cierto que existe una correspondencia entre estos personajes y el modo en el que son tratados los inmigrantes sin papeles.
El final: "Sígueme". "Adónde, amigo?". "A un lugar mejor. A un lugar donde ser hombres". ¿Existe ese lugar?
La obra no señala tal lugar. Pero es un texto con cierre optimista. Los personajes, al saber quiénes son realmente, hacen un acto de afirmación de su propia humanidad. No se resignan a ser perros. Y buscan un lugar donde ser hombres. Y eso tiene que ver con la inmigración. La figura del inmigrante sin papeles es la figura política por excelencia de nuestro tiempo. Y lo es porque mide nuestras políticas y discursos morales al respecto. La persona sin papeles es la humanidad desnuda. En el modo en que una sociedad trata al inmigrante sin papeles se mide la verdadera idea de humanidad que hay en esa sociedad. Idea muchas veces enmascarada por discursos grandilocuentes sobre los derechos humanos, discursos muchas veces simultáneos al maltrato del indocumentado.
Y no sólo los sin papeles.
Por supuesto, y hombres nacionales con papeles que también son maltratados. El sin papeles es el caso límite. Y cuando se le maltrata, se maltrata a la humanidad misma, y, en este sentido, todos los seres humanos están en peligro. Una sociedad que maltrata a un indocumentado no respeta la idea misma de humanidad. Y en ella, la frontera entre los que están dentro y están fuera depende de decisiones políticas. Muchas veces se maltrata al extranjero en un gesto que finalmente es suicida y de auto odio.
¿Ha cambiado la situación con el Gobierno actual?
Su discurso es más comprensivo que el del PP de Aznar. Y más que el de Berlusconi. Pero tampoco es para sacar pecho y sentirse orgulloso. Ahí están los rumores, confusamente desmentidos, sobre si se había dado instrucciones a la Policía de Madrid para detener a un cierto número de indocumentados al día. España no puede sentirse inocente: ni su Gobierno ni su sociedad. Es obvio que no sólo existe maltrato a algunos inmigrantes, sino que ese maltrato procede no ya de las instituciones, sino de la sociedad misma.
Leyendo el texto, se leen guiños a la situación social actual: la memoria histórica, los tertulianos pontificadores...
Si eso ocurre, es bueno. Si se producen esas turbulencias y doble lectura, donde el texto del pasado sirve para resignificar el presente, se produce un juego de espejos. Es bueno ver cómo el envío de Cervantes puede servirnos para construir una experiencia poética acerca de nuestro presente. En el caso de esta obra, resulta más interesante que dos perros hablen sobre cosas de las que el espectador puede conectar con su actualidad que presentar en crudo esa actualidad. Lo segundo es una redundancia. Lo primero, iluminador.
¿Cómo fue la llamada de Sonia Sebastián?
Un día me llamó. Yo ya tenía noticias de ella. Una buena directora y actriz, con un gran conocimiento de la dramaturgia contemporánea, pero al mismo tiempo muy buena conocedora de la obra cervantina, que ya había puesto en escena los "Entremeses". Esa experiencia la convertía en alguien óptimo para dirigir la obra. El diálogo que hemos mantenido ha sido muy rico. Estoy convencido de que serán un gran montaje.
¿Y hasta dónde interviene el autor en la puesta en escena?
Yo soy obediente. El espectáculo es del director. Yo estoy donde pueda ser útil. Si el director me pide que vaya a unos ensayos, lo hago.
¿Ha sucedido así?
Hemos tenido un diálogo anterior a los ensayos y un diálogo durante los ensayos. Ella me comentaba si determinada frase funcionaba mejor o peor. Y en función de esas observaciones, he revisado el texto. Y la próxima semana [finales de mayo] iré a ver algunos ensayos.
Y si al autor no le gusta lo visto, ¿lo dice?
Uno ha de ser muy respetuoso y agradecido con quines defienden su trabajo. Y como todo en la vida, hay que elegir el momento. Uno ha de intentar ser útil, sabiendo que no es lo mismo hacer un comentario a un autor que puede corregir su texto y rescribir una nueva versión que dirigirse a un actor que ha defender al día siguiente su trabajo. El intérprete, en este caso, es especialmente frágil. Uno ha de cuidar el comentario que hace y buscar el momento adecuado. Incluso callarse, si la observación no va a ser útil.
Se dice que este país escasea de autores contemporáneos. ¿Es cierto o simplemente no se representan sus obras?
Existen obras buenas que no llegan a escena. Hay muchos autores que escriben obras interesantes y escribirían otras aún más interesantes si pudieran confrontarse con el espectador. Es un escándalo que haya autores de distintas generaciones que no lleguen con más frecuencia a nuestros escenarios. Pienso en escritores mayores que yo como Álvaro del Amo o Javier Maqua, y otros más jóvenes como José Manuel Mora, Antonio José Rojano o Paco Becerra.
¿Por qué ese problema?
Ocurre que, inevitablemente, existe una tendencia conservadora a apostar por productos donde la probabilidad para encontrase con un público amplio es muy alta. Es más fácil apostar por obras de Shakespeare u otras de puro entretenimiento cuya eficacia ha sido probada en Broadway o Londres. En España falta riesgo. Es lo que hay y con lo que tenemos que trabajar. Pero uno debe hacer su trabajo lo mejor posible. Y en el caso del escritor de teatro, desde los griegos es siempre lo mismo: intentar estar a la escucha del mundo y recoger las esperanzas y miedos de la gente para transformarlas en una experiencia poética, un espejo donde la sociedad pueda mirarse.
El Auditorio Pilar Bardem acoge el estreno mundial de "Palabra de perro", texto de uno de los autores más importantes de la década: Juan Mayorga, Premio Nacional de Teatro 2007, autor de "Hamelin" o "La tortuga de Darwin", y con tres Max en su mochila. Este sábado, a las 21.00 horas.
Son sólo dos ejemplos del acierto con el que Mayorga encara sus proyectos. "Palabra de perro" es otro texto suyo, creado a partir de la novela ejemplar de Cervantes "El coloquio de los perros". El Teatro de Cámara Cervantes, surgido en 2008, recrea esta historia en la que dos canes, Cipión (Fernando Valdivieso) y Berganza (Jorge Yaman Serrano), sorprendidos por su capacidad para hablar como humanos, repasan sus vidas para hallar el origen de su don. La dirección recae en Sonia Sebastian, parisina crecida en Rivas y diplomada en la RESAD.
A partir del escrito cervantino, Mayorga establece un paralelismo sorprendente entre unos perros apaleados y perseguidos y el trato que la sociedad occidental propina a ciertos inmigrantes. Al autor le interesa resaltar el contraste entre la humanización del animal y el hombre deshumanizado. "La idea es revelar las contradicciones del primer mundo satisfecho y bien pensante", sentencia Mayorga.
Dirección: Sonia Sebastian.
Reparto: Jorge Yaman, Fernando Valdivieso, Arlette Torres,
Mercedes Salazar, Georbis Martínez, Pablo Alonso.
AUDITORIO PILAR BARDEM
Sábado 13 junio. 21.00.
Precio: 12 euros.
Venta: www.telentrada.com, 902 10 12 12 y taquillas.
ENTREVISTA A JUAN MAYORGA
"El trato a los inmigrantes mide la altura moral de una sociedad"
Por: Nacho Abad Andújar.
El Auditorio se las ve con un texto inédito en escena.
Me hace mucha ilusión este montaje porque se trata de un estreno absoluto. Es un texto en el que me empleé muy a fondo. Me es muy grato que Sonia Sebatian lo haya leído y decidido poner en pie.
¿Cómo surgió la obra?
Comenzó siendo una versión bastante ortodoxa de "El coloquio de los perros", de Cervantes. Busqué la traducción escénica de esa novela donde abundan los diálogos. Pero según pasó el tiempo, y me metía en el texto, surgió una relación más íntima con él. Y se convirtió en algo muy distinto a una versión. En un texto original, basado, por supuesto, en el cervantino. He tratado de custodiar dos aspectos muy cervantinos: el fino humor y la mirada compasiva hacia la humanidad, ese optimismo paradójico de Cervantes, su capacidad para mirar las partes más duras de la vida con esperanza y sin regodearse en la amargura.
"Palabra de perro", palabra de inmigrante.
Hay dos modificaciones fundamentales respecto al original. En el cervantino, Berganza cuenta a Cipión su vida siguiendo el esquema de la novela picaresca al estilo de "El buscón" o "El lazarillo", según los sucesivos amos que ha ido teniendo. Pero en mi propuesta, opté por que Berganza contase su historia a Cipión de la Z a la A, del final al principio, buscando el origen de su hablar, porque ambos están interesados en preguntarse por qué son perros que hablan. Y se les ocurre que contándose la vida hacia atrás, en algún momento descubrirán cuál es el origen de esa elocuencia que les singulariza. Berganza hace memoria, y por tanto, está construyendo una identidad, buscando el origen de su característica fundamental. Es un perro dotado de palabra pero que descubre la potencia de la palabra ante el espectador. La segunda modificación consiste en un desdoblamiento del que no hablaré para no fastidiar la sorpresa final. La obra hereda esa enseñanza kafkiana según la cual si a un ser humano le llamas insecto, acabas transformándolo en insecto. En España ha habido una larga tradición al respecto. Recordemos que a los conversos, tanto musulmanes como judías, se les llamaba perros en el siglo XVI. La deshumanización de un ser humano, de algún modo prepara su castigo físico. Es cierto que estos perros de la obra son el último escalón de la sociedad. Y es cierto que existe una correspondencia entre estos personajes y el modo en el que son tratados los inmigrantes sin papeles.
El final: "Sígueme". "Adónde, amigo?". "A un lugar mejor. A un lugar donde ser hombres". ¿Existe ese lugar?
La obra no señala tal lugar. Pero es un texto con cierre optimista. Los personajes, al saber quiénes son realmente, hacen un acto de afirmación de su propia humanidad. No se resignan a ser perros. Y buscan un lugar donde ser hombres. Y eso tiene que ver con la inmigración. La figura del inmigrante sin papeles es la figura política por excelencia de nuestro tiempo. Y lo es porque mide nuestras políticas y discursos morales al respecto. La persona sin papeles es la humanidad desnuda. En el modo en que una sociedad trata al inmigrante sin papeles se mide la verdadera idea de humanidad que hay en esa sociedad. Idea muchas veces enmascarada por discursos grandilocuentes sobre los derechos humanos, discursos muchas veces simultáneos al maltrato del indocumentado.
Y no sólo los sin papeles.
Por supuesto, y hombres nacionales con papeles que también son maltratados. El sin papeles es el caso límite. Y cuando se le maltrata, se maltrata a la humanidad misma, y, en este sentido, todos los seres humanos están en peligro. Una sociedad que maltrata a un indocumentado no respeta la idea misma de humanidad. Y en ella, la frontera entre los que están dentro y están fuera depende de decisiones políticas. Muchas veces se maltrata al extranjero en un gesto que finalmente es suicida y de auto odio.
¿Ha cambiado la situación con el Gobierno actual?
Su discurso es más comprensivo que el del PP de Aznar. Y más que el de Berlusconi. Pero tampoco es para sacar pecho y sentirse orgulloso. Ahí están los rumores, confusamente desmentidos, sobre si se había dado instrucciones a la Policía de Madrid para detener a un cierto número de indocumentados al día. España no puede sentirse inocente: ni su Gobierno ni su sociedad. Es obvio que no sólo existe maltrato a algunos inmigrantes, sino que ese maltrato procede no ya de las instituciones, sino de la sociedad misma.
Leyendo el texto, se leen guiños a la situación social actual: la memoria histórica, los tertulianos pontificadores...
Si eso ocurre, es bueno. Si se producen esas turbulencias y doble lectura, donde el texto del pasado sirve para resignificar el presente, se produce un juego de espejos. Es bueno ver cómo el envío de Cervantes puede servirnos para construir una experiencia poética acerca de nuestro presente. En el caso de esta obra, resulta más interesante que dos perros hablen sobre cosas de las que el espectador puede conectar con su actualidad que presentar en crudo esa actualidad. Lo segundo es una redundancia. Lo primero, iluminador.
¿Cómo fue la llamada de Sonia Sebastián?
Un día me llamó. Yo ya tenía noticias de ella. Una buena directora y actriz, con un gran conocimiento de la dramaturgia contemporánea, pero al mismo tiempo muy buena conocedora de la obra cervantina, que ya había puesto en escena los "Entremeses". Esa experiencia la convertía en alguien óptimo para dirigir la obra. El diálogo que hemos mantenido ha sido muy rico. Estoy convencido de que serán un gran montaje.
¿Y hasta dónde interviene el autor en la puesta en escena?
Yo soy obediente. El espectáculo es del director. Yo estoy donde pueda ser útil. Si el director me pide que vaya a unos ensayos, lo hago.
¿Ha sucedido así?
Hemos tenido un diálogo anterior a los ensayos y un diálogo durante los ensayos. Ella me comentaba si determinada frase funcionaba mejor o peor. Y en función de esas observaciones, he revisado el texto. Y la próxima semana [finales de mayo] iré a ver algunos ensayos.
Y si al autor no le gusta lo visto, ¿lo dice?
Uno ha de ser muy respetuoso y agradecido con quines defienden su trabajo. Y como todo en la vida, hay que elegir el momento. Uno ha de intentar ser útil, sabiendo que no es lo mismo hacer un comentario a un autor que puede corregir su texto y rescribir una nueva versión que dirigirse a un actor que ha defender al día siguiente su trabajo. El intérprete, en este caso, es especialmente frágil. Uno ha de cuidar el comentario que hace y buscar el momento adecuado. Incluso callarse, si la observación no va a ser útil.
Se dice que este país escasea de autores contemporáneos. ¿Es cierto o simplemente no se representan sus obras?
Existen obras buenas que no llegan a escena. Hay muchos autores que escriben obras interesantes y escribirían otras aún más interesantes si pudieran confrontarse con el espectador. Es un escándalo que haya autores de distintas generaciones que no lleguen con más frecuencia a nuestros escenarios. Pienso en escritores mayores que yo como Álvaro del Amo o Javier Maqua, y otros más jóvenes como José Manuel Mora, Antonio José Rojano o Paco Becerra.
¿Por qué ese problema?
Ocurre que, inevitablemente, existe una tendencia conservadora a apostar por productos donde la probabilidad para encontrase con un público amplio es muy alta. Es más fácil apostar por obras de Shakespeare u otras de puro entretenimiento cuya eficacia ha sido probada en Broadway o Londres. En España falta riesgo. Es lo que hay y con lo que tenemos que trabajar. Pero uno debe hacer su trabajo lo mejor posible. Y en el caso del escritor de teatro, desde los griegos es siempre lo mismo: intentar estar a la escucha del mundo y recoger las esperanzas y miedos de la gente para transformarlas en una experiencia poética, un espejo donde la sociedad pueda mirarse.